"Llegado a este punto debo precisar que Nuestro Señor no se mostraba reacio a las reformas, antes al contrario: siempre manisfestó una gran simpatía hacia el progreso y las mejoras, solo que no podía soportar que nadie las emprendiera por su cuenta porque, en primer lugar, tal cosa podría desembocar peligrosamente en la anarquía y la arbitrariedad y, en segundo lugar, dar la impresión de que en el imperio había otros bienhechores aparte Su Magnánima Majestad"
El Emperador - R. Kapuscinski
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